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Monday, October 23, 2006

El Ermitaño

Como cada noche trataba de saber,
Qué era lo que no hacía bien.
Entender por qué, aunque tenía todo,
La tristeza lo comía poco a poco.

Fumaba por simple aburrimiento;
Peligrosa forma de matar el tiempo.
Pero ni el café ni el tabaco
Lograban arrancarle su desgano.

Pensó que tal vez la noche era la culpable
Así que esperó sereno a que saliera el sol,
Mientras convencía a su mente imperturbable
Que quizás el sol conseguiría calentarle.

Al otro día caminó por la ciudad,
Pensando que a la luz del sol
Sería más fácil poder hallar,
Lo que de noche no podía encontrar.

Pero el sol no mostró nada nuevo.
Reinaba la alegría de la ignorancia,
Escondida en el destello
De su bien ganado sueldo.

Todo estaba hueco y frío
La belleza de las mujeres
La risa de los niños
Y el saludo de los amigos.

La felicidad era de plástico,
Como las tarjetas del banco,
Como la carcasa del televisor,
Como el carné de identificación.

Al anochecer estaba ya cansado,
Nada de lo que esperó tenía en las manos.
Su corazón tenía un vacío,
un abandono, un enorme caos.

Entonces se encontró con la suicida
Que intentaba morir todos los días.
“¿Por qué quieres desprenderte de la vida?
¿No vives en un mundo lleno de alegría?



Mírame a mi, pálido y delgado,
Con estos pensamientos
Por los que la gente siempre me ve raro.
Como si ser distinto fuera un gran pecado.”

La chica lo miraba asombrada
Con rimel escurriendo bajo sus pestañas.
“Mi desgracia va más allá de las personas,
La llevo a pedazos cosida al alma.

La gente quiere estar conmigo
Todos se acercan fingiendo ser mi amigo,
Para luego dejar ver de cierto
Que todo lo que buscan es mi cuerpo.”

La chica se alejó del puente,
Y con paso vacilante,
Caminó hasta donde estaba él
Dejando una estela de veneno y miel.

¿“Crees que soy bonita”?
Él con un leve gesto asintió.
Ella sin pensarlo se sentó
Frente a su imprevisto confesor.

“Aliviemos nuestro dolor,
Te comparto mi tristeza y desolación.”
Levantó su falda sin pudor
Y separó las piernas ofreciendo su corazón.

Pero él no iba en busca de calor
Menos de uno falso y sin sabor,
No quería predicar en balde
El evangelio de sudor y carne.

Así supo que hay personas
Militando en las filas de la vida
Sufriendo por no saber hacer más cosa
Que tratar a la amargura como su mejor amiga.

Al menos los de la penumbra
Somos fieles a las penas,
No fingimos la locura,
Ni renegamos de nuestras condenas.

De cierto digo que es mejor
Estar siempre descontento
Que mediocremente satisfecho
Con lo poco que habéis hecho.



. . .
Ilustración: J. Solórzano

3 Comments:

Blogger Korkuss Piensa que...

Sabiduría y confort seecuentraen las palabras del ermitaño...

Un doloroso tinte familiar...

Y una sonrisa añeja que reconoce a un alma similar...

6:17 PM  
Blogger Selara Majere Piensa que...

Que concurridas son estas nuestars sombras compartidas.

1:57 AM  
Blogger Sandra Becerril Piensa que...

Para releer esta noche lluviosa...

6:10 PM  

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